Ha pasado un año y cuatro meses. Han pasado
16 meses en total. 485 días, 11640 horas, lo que equivale a 698400 minutos desde
que comenzó este caótico desenvolvimiento de los sentimientos. ¿Alguna conclusión,
algún desenlace, alguna moraleja? Como cualquier relato mal escrito, con una
trama sin sentido, no hay nada al final… Tampoco se sabe si hay final, y no es
por un intento de crear cierto suspenso en la historia, sino que simplemente
nunca hubo un comienzo esclarecido, y bien sabido es que lo que no ha comenzado
nunca, improbable es que posea un final. Lo cierto es que a pesar de todo, lo
que puede rescatarse es la mutación mental que he sufrido. Demás está pensar en
si esos cambios resultaron ser buenos o malos, no hay necesidad de embarcarnos
en simples quimeras, conformémonos con el hecho de que hubo una metamorfosis de
la existencia.
Poco a poco, me he entregado al libre
albedrío del deseo sin percatarme de la falta de libertad a la que nos obliga
el inconsciente. Creyendo en la falsa idea de poder que nos da la toma de
decisiones, como alguien cegado por los lugares comunes, por doña Rosa que nos
grita “Querer es poder” y toda esa
parafernalia que rodea al ego. Lamentablemente siempre llego a la misma y
reiterada conclusión, no me he liberado nunca de nada, sólo he cambiado el
dueño, llámese sentimiento, deseo, llámese pensamiento, especulación… No hablo
de determinismo, no, pero sí quizás de algo más profundo, algo que el ser
consciente desconoce.
Mi manera de actuar es extraña y roza lo
insólito. Mi forma de ver el mundo resulta aún peor. ¿Quién sabe de dónde he
sacado esta visión estrafalaria de la existencia? ¿De dónde vendrán todos estos
pensamientos ajenos que me invaden y condenan? Y no me refiero sólo a esta
historia sin comienzo ni final, eso es únicamente una consecuencia del problema
principal que me gusta usar como ejemplo porque me inspira, por lo enroscado y
sin sentido que resulta eso mismo. Me inspira la nada de una historia
inexistente. Y tal vez sea eso lo interesante, por lo menos para mí, la
utilidad intelectual que rescato del vacío.
Ha pasado un año y cuatro meses. Han pasado
16 meses en total. 485 días, 11640 horas, lo que equivale a 698400 minutos y
sigo acompañada de la ausencia, de la carencia total de avance. He mutado, pero
sólo he cambiado la posición orientativa de mi mirar, sólo he rotado, como rota
la Tierra mientras pasa todo este tiempo de contemplación pasiva hacia sur, o
el norte, o quién sabe ya hacia dónde apuntará mi brújula…