No puedo hacer feliz a nadie,
ni siquiera a aquel ser que forma parte de mí.
Esta vez es mi dedito.
Ese dedito que no para de agujerear tus estados,
ese que se encarga de borrarte la sonrisa,
que se junta con los demás deditos de su grupo
y te da un puñetazo de lleno.
Y realmente, lo odio.
Hubiera querido que no fuera así.
Hubiera querido no ser así.
Hubiera querido no haberte atrapado con Ese dedito.
Escapate mientras puedas de Él.
Intentá buscar realmente
aquella mano suave y cariñosa
que te espere por las noches.
Esa mano que te dé
lo que mi dedito hijo de puta
nunca pudo ni podrá darte.
viernes, 21 de mayo de 2010
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