domingo, 27 de junio de 2010

"(...) Hay momentos en los que me entra tal congoja, tal espanto... En esos momentos habrá de parecerme - y ya empiezo a creer en ello - que ya nunca podré empezar una vida nueva, pues ya más de una vez tuve la impresión de haber perdido todo sentimiento y toda sensibilidad para cuanto es realidad y verdadera vida, porque yo, definitivamente, me he maldecido a mí mismo; porque a mis fantásticas noches siguen momentos de postración que son terribles - Y a todo esto, siente uno cómo las masas humanas se agitan a su alrededor en ruidoso tropel, oye y ve cómo las criaturas viven: lo que se llama vivir, vivir de veras y despierto, y ve uno que su vida no obedece a su voluntad, que su vida no se moldea como un sueño, que eternamente se renueva y eternamente joven y en ella ninguna hora es igual a la siguiente, mientras la horrible fantasía, o sea nuestra fuerza de imaginación, resulta desconsolada y pusilánime y monótona hasta la vulgaridad, esclava: de la sombra, de la pura idea, esclava de las primeras nubecillas que de pronto cubren el sol y nos oprimen con acre dolor el corazón que al sol tanto ama. Y ya en el dolor, ¡qué fantasía! Sentimos que al fin se cansará y agotará esa su eterna tensión, esa fantasía, al parecer inagotable, pues nos volvemos más maduros y viriles y superamos nuestros ideales antiguos, los cuales se desvanecen y se reducen a polvo y ripio. Y si luego no hay otra vida, tenemos que ponernos a unir los trozos de ese cascote para con ellos volvernos a rehacer la vida. Y a todo ésto, nuestra alma reclama y anhela algo totalmente distinto. Y en vano remueve el soñador como un rescoldo sus antiguos sueños y busca en las cenizas una centellica, una sola, por pequeña que sea, para soplar en ella, y con la nueva lumbre así creada, calentar el aterido corazón y volver a despertar en él lo que antes le era tan querido, lo que conmovía nuestra alma y nos arrebataba la sangre, aquello que hacía afluir las lágrimas a nuestros ojos y que era una ilusión tan magnífica. (...)"

F. Dostoievski

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