"He
construido un refugio para mi tristeza, sin percatarme que lo que quise
siempre fue alejarme de ella, soltarla, dejarla ir. Ingenuamente, o
quizás todo lo contrario, maliciosamente (ya que el enemigo siempre
estuvo dentro de mí), la mantengo a resguardo en esta guarida.
Hoy vi mi rostro en el espejo, una palidez mortal me miraba del otro lado y lo supe: la tristeza es un huésped indeseado que
se alimenta de mí, y yo, como la chica “gauchita” y tonta que soy, me
abrazo a ella como si temiera dejarla ir, ¿cómo soltar a aquella
inseparable acompañante de antaño?
Sin embargo, ya no necesito
codearme con los malhechores de mi bienestar, ahora soy otra, ahora
tengo el poder de decisión, por eso me despido sin titubear, sin que me
tiemble el pulso: Adiós tristeza, adiós."
Amanda, Sobre los divorcios.
domingo, 9 de febrero de 2014
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