Que no te nombren, mujer,
que no beban tus palabras,
que dejen tu fantasma con el mío.
Que dejen de saborearte.
No te vayas nunca,
que no te lleven,
que no me saquen la certeza de saberte mía,
de saberte parte de mí.
No permitas que ellos provoquen estos sentimientos estúpidos.
Decime, niña muerta, decime que tus palabras siempre van a estar para mí.
Hablame, fantasma, hablame...
(Triste y estúpido hablarle a un muerto)
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Y las palabras hacen eco en lo más profundo de la eternidad...
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