viernes, 22 de junio de 2012

El hijo del olvido.

Se encontraron por la noche
para que la oscuridad ocultara
lo que el mundo se empeñaba
en no querer ver.
Bebieron
mientras el tiempo y la cordura
pasaban de largo
abandonándolos a su suerte.

Ella era
la inseguridad en persona
y él,
bueno...
él fingía no darle importancia
a los asuntos de la vida
pero
en el fondo
tampoco estaba seguro de nada..

Por la mañana
los recuerdos no los acompañaban
como sí lo hacían,
fieles,
la resaca y la culpa.

Es gracioso
cómo el alcohol
nos echa precipitadamente
a los actos menos pensados
para luego,
junto a un dolor intenso de cabeza
y ganas de vomitar lo que no comimos,
llenarnos de culpas y reproches.

 Y así,
cuando todo quedó viejo
se encontraron lejos, solos,
llenos de preguntas.

Hay cosas
que por simples
no son menos significativas,
y este encuentro
tan sentido
les dolía en el cuerpo... en el recuerdo.

Los besos pueden doler como puñaladas...
pero en el alma.

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