Se encontraron por la noche
para que la oscuridad ocultara
lo que el mundo se empeñaba
en no querer ver.
Bebieron
mientras el tiempo y la cordura
pasaban de largo
abandonándolos a su suerte.
Ella era
la inseguridad en persona
y él,
bueno...
él fingía no darle importancia
a los asuntos de la vida
pero
en el fondo
tampoco estaba seguro de nada..
Por la mañana
los recuerdos no los acompañaban
como sí lo hacían,
fieles,
la resaca y la culpa.
Es gracioso
cómo el alcohol
nos echa precipitadamente
a los actos menos pensados
para luego,
junto a un dolor intenso de cabeza
y ganas de vomitar lo que no comimos,
llenarnos de culpas y reproches.
Y así,
cuando todo quedó viejo
se encontraron lejos, solos,
llenos de preguntas.
Hay cosas
que por simples
no son menos significativas,
y este encuentro
tan sentido
les dolía en el cuerpo... en el recuerdo.
Los besos pueden doler como puñaladas...
pero en el alma.
viernes, 22 de junio de 2012
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