El tipo de la despensa ya me conoce y tiene reservada
siempre mi provisión diaria de cerveza. Cada día, en el mismo horario, está en
la puerta del almacén esperando mi llegada, para preguntarme al recibirme,
cuántas van a ser el día de hoy. Mínimo dos, según el estado de ánimo o el día
laboral que haya tenido. Generalmente bebo sola, salvo cuando alguna extraña
visita inesperada irrumpe en la rutina.
Hoy hice lo de todos los días, fui hasta la despensa,
estaba el tipo esperando en la puerta, me preguntó cuántas serían, esta vez
cambió el discurso cotidiano agregando que había tenido que guardarme con más
atención las cervezas porque según parece tengo competencia. Yo no dije nada,
como siempre. Gracias, hasta mañana, eso es todo, y me fui. Llegué a la puerta
de casa y había una pareja discutiendo: _Te llamé ochenta veces y no
contestaste… Sos una porquería. _ No escuché los llamados, te lo juro. _ Sos
una mierda, te odio. Entré y los seguía escuchando. _Sos una rayada, me tenés
harto. _ ¿Yo soy la rayada? ¿Y a vos qué te cuesta contestarme los llamados?
Seguro te cogías alguna pendeja… A medida que subía la escalera desaparecieron
los gritos. Pensé: Qué bueno, nadie me grita, tengo cerveza y ya estoy en casa
de vuelta…
Y acá estoy, como todas las noches, en la soledad de mi
hogar, con el vaso lleno y el corazón contento. Pienso en lo que estará
haciendo la gente un sábado a la noche y nada me parece mejor que esto. A veces
uno es la mejor compañía, y otras veces, claro, puede ser la peor de las torturas, ahí es cuando uno ansía con todo el
deseo la aparición de algo o alguien que nos haga olvidarnos de nosotros mismos.
Pero hoy no necesito a nadie. No quiero a nadie. Soy una mujer dura y nada me
arruinará la noche.
Al fin y al cabo, quién necesita otra cosa, lo demás es
puro relleno, parafernalias de la vida. Si siempre estamos solos, qué mejor que
poder pasar un buen rato con nuestros pensamientos, y charlar con los que
somos, discutir hasta llegar a ponernos de acuerdo, o pelear y dejarnos de
hablar. Hay noches en que soy tan ocurrente y espontánea que hasta creo ser
Dios… Hay otras en que soy todo un desecho de creatividad. Pero así es el estar
solo. Una continua contradicción entre el gustarse y el despreciarse de todas
las formas posibles. Por el momento es lo que hay, y no me disgusta.
Hoy temprano vi a mi madre, que en su instinto de
preservación de la especie, me recomendó no beber, ando con presión alta al
parecer, mucho estrés laboral y demás banalidades de la existencia. Pero yo me
curo la presión alta, el tendón descolocado de mi muñeca, el dolor abdominal
que apareció hoy al salir de casa y todos los males que me agobian, con la
cerveza. Según me dijo el tipo de la despensa _Nada mejor que una cervecita
bien fría, con eso se arregla todo.
¡Salud, entonces! Brindo por la cerveza y por el tipo de
la despensa, los proveedores de mi bienestar…
*Fin*
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