Estando tan inmersos en un mundo donde el amor está
siempre en boga, bombardeados de publicidad referida a la pareja perfecta, ese
sueño imposible que todos hemos querido volver realidad, y estando justamente
en esta época del año, en que el calor pareciera sacar a la calle a todos los
enamorados, familias y demás a pasear por las calles, no pude sino pensar en un pilar casi
fundamental en el mantenimiento de dicha institución, un pilar imperceptible,
oculto, prohibido: El amante.
Quizás no todos gocen de tener una pareja y a su vez un
amante, pero es un número importante en las estadísticas lo que llamó mi atención
como para desarrollar el tema. Si bien esto puede ser mal visto, no siempre la
existencia de un amante es perjudicial para una pareja. Muchas veces éste
representa un sostén en una relación estable, donde el acostumbramiento comenzó
a roer por ejemplo el tiempo de intimidad entre sus integrantes. Ambos están
cansados de verse desnudos, ya no sienten la pasión de antes, todo al parecer
está desgastado y de repente aparece el labor del amante que trae consigo toda
una carga pasional que les devuelve las energías, revitalizando aquello que creían
muerto. El amante suple las carencias que el individuo encuentra en su relación
por lo que puede continuar gozando de lo que brinda el estar en pareja sin ese
peso del deseo faltante: compartir tiempo, charlas, salidas, y demás.
Es en este punto en el que me gustaría comenzar con
algunas notas: El amante suple la parte pasional, pero en secreto, no tiene
posibilidad de compartir la vida pública, ni demasiado tiempo compartido… Está
condenado a las sombras. Además de no poder recibir ciertos gustos, a detallar:
La pareja se va de vacaciones a lugares hermosos, compartiendo una experiencia única
y emocionante, llena de bellos recuerdos, mientras que el amante con suerte es
llevado a algún hotel de mediana reputación, donde pasan unas horas de pasión y
luego, quizás por alguna gracia divina es llevado hasta su casa o en su defecto
deberá volver en taxi o peor aún en colectivo si gastaron el dinero en aquel hotel
de mediana reputación… El labor del amante es un trabajo arduo, ya que cada
encuentro tiene que ser único y recordable, nada de visitas obligadas, todo
tiene que estar regado de pasión pero sin olvidar el deseo que provoca el
misterio. El amante nunca debe olvidar el misterio.
Otro ítem al que el amante no tiene acceso es el de los
proyectos, una pareja puede pensar a futuro, planificar, concretar deseos,
viajes, vivienda, ¡hasta formar una familia!; el amante lo único que puede
congeniar es algún lugar y algún horario en que la persona en cuestión no esté
comprometida y pueda darle algo de contención rápida, por unas horas, o quizás sólo
por unos minutos, en los que podrá soñar con el amor y todo lo bello que
implica la fantasía de tener al lado al individuo de su deseo.
Sin embargo, no hay que menospreciar el labor de la
pareja, quien soporta todas las mañas, las quejas, los problemas… El amante está
más desligado de toda responsabilidad, salvo, y quizás sea la única
responsabilidad del amante, ser invisible, y someterse siempre a los tiempos
del otro, nada de llamadas, nada de necesitar algo o tener ganas de la otra
persona en un momento desubicado, siempre tiene que ser consciente del lugar
que ocupa y no salirse de ese papel que ha elegido o le ha tocado en desgracia…No olvidarse, que el individuo amado no es sustituible, el amante sí.
En definitiva, todos salimos ganando y perdiendo en el
amor, lo importante es saber lo que uno quiere, lo que uno necesita y lo que
quiere dar. Los equilibrios pueden resultar utópicos, pero si uno logra ver las
cosas siempre desde diferentes ángulos, logrará descubrir lo que se oculta detrás
de cada acto, de cada vivencia. Así como en la vida, en el amor no caben
reglas, y siempre que se pierde, se gana, y viceversa. ¡Salúd, entonces! Por el
amor y los amantes…