Me duele la garganta
tanto por las llagas que allí aparecieron,
como por las angustias almacenadas,
las ganas de decir muchas cosas
y la fuerza que hago para no vomitarme la cara.
Podría hablar sobre todo lo poco que digo siempre,
pero me gustaría en verdad decir algo esta vez...
no sólo la repetición de las mismas palabras,
sobre los mismos temas de siempre...
pero tengo tan poco poder sobre mi mente,
que me traiciono.
Quisiera hablar de cosas concretas,
poder aclarar todo esto,
dejar de aplastar todo lo que quiero...
Quisiera decir todo lo que no sé
o me esfuerzo en ocultar.
Pero ¿ves?, vuelve el palabrerío inútil de siempre,
y ¿qué hacemos con el dolor?
No quiero que te tragues mi amargura.
Pero no hago nada para que no suceda, ¿verdad?
Y siempre con los "quisiera" y los "me gustaría"
pero nunca un acto concreto.
Qué arreglo con decir: "Soy una mierda", "No sirvo para nada", "Arruino todo",
"Soy horrible", "Deberías odiarme", etc. etc.
Nada.
Sólo evadir momentáneamente el problema
de una manera muy estúpida, por cierto.
Hacer lo que uno quiere,
siempre implica algún tipo de sufrimiento,
tanto para uno, como para otro.
Vivir implica sufrimiento.
Pero lo que es insufrible
es no saber qué es lo que se quiere,
o peor aún,
quererlo todo.
Tengo la mente obstruida.
Tengo el sentimiento obstruido.
Todos queriendo salir a la vez de mí
se atoraron en la salida
(voy a necesitar el yogurt ese que te hace cagar).
Y al final, me fui por los pelos de mi mente enmarañada,
y no dije nada,
cumpliendo así
esa tan acertada afirmación
que dice
que me traiciono con facilidad.
Perdón.
martes, 17 de agosto de 2010
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